28.1.07

El Calendario (y 4): La Medida del Tiempo

Cuaderno de bitácora: mientras estoy en cubierta observando las estrellas, midiéndolas con el astrolabio y otros instrumentos científicos, haciendo cálculos de posiciones, velocidades y fechas, no hago más que pensar que esto de la medida del tiempo es una cosa más profunda de lo que habitualmente pensamos o creemos.

Como suele suceder con tanta frecuencia en la actualidad, la medida del tiempo se nos da ya hecha, calculada, masticada y digerida, con una apariencia perfecta, exacta, acompañada del trabajo de aparatos muy precisos, cronómetros y relojes de todas clases, mediciones hechas con los métodos más sofisticados, ópticos, rayos láser, relojes atómicos, observaciones astronómicas de satélites y potentes telescopios, etc.

La medida del tiempo ha sido desde la más remota antigüedad una preocupación de primer orden, como se ha descubierto en diversos monumentos de civilizaciones perdidas: las pirámides de Egipto, Stonehenge, Newgrange, los calendarios babilónicos, aztecas y mayas... El cálculo de la duración de los ciclos de la luna, del sol, de las estrellas, de los planetas, ha impulsado las matemáticas de una forma poderosa, y viceversa: también el desarrollo de las matemáticas ha permitido hacer cálculos y seguimientos cada vez más precisos.

El calendario, dividido en días, meses, años, siglos y milenios, es algo totalmente relativo al mundo en que nos encontramos, a la cultura a la que pertenecemos y a la historia de nuestras civilizaciones. En realidad, si viajáramos fuera de la Tierra y nos estableciéramos en otros planetas, los días, meses, años, tal y como los conocemos dejarían de tener sentido real.

Un día coincide con el tiempo que tarda el sol en dar una vuelta completa a la Tierra. Un mes es aproximadamente el tiempo que la Luna emplea en completar su ciclo de luna llena, cuarto menguante, luna nueva, cuarto creciente y luna llena otra vez, y cada semana coincide con una parte de este ciclo. Un año es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol.

Nosotros estamos muy tranquilos, con nuestros relojes, almanaques y calendarios, y todo el sistema y el consenso social difundido a través de los medios de comunicación. Parecemos tener una medida perfecta del tiempo, el tiempo está controlado bajo nuestras manos, es como una maquinaria ideal de relojería con la que soñamos y con la que deberían estar fabricados los relojes más perfectos.

Pero el tiempo es relativo. Lo es a nivel psicológico, en el que las personas perciben el ritmo temporal de forma diferente, de acuerdo a sus circunstancias, su edad, su estado psíquico, etc. No corre el tiempo de la misma manera para un niño que para un anciano; todo el mundo sabe que en la infancia el tiempo se nos antoja muy lento, y que conforme vamos creciendo el tiempo parece correr cada vez más rápido. Una persona que está pasando por momentos difíciles, por sufrimientos, ve pasar el tiempo de forma lenta y exasperante, mientras que otra que está tranquila, feliz, entretenida, no se da ni cuenta de lo rápido que transcurre, hasta que se ha ido. Pero eso sí, lenta o rápidamente, el tiempo pasa y, con él, todo pasa.

Einstein nos demostró que el tiempo también es relativo físicamente hablando: si dos astronautas se desplazan a velocidades distintas, y uno de ellos se acerca a la velocidad de la luz, el tiempo para él transcurre más lentamente que para el otro.

J. Richard Gott, en su libro Los Viajes en el Tiempo nos explica que para la física actual no es posible viajar al pasado, pero sí al futuro. Basta montarse en una nave espacial, alejarse de la Tierra a una velocidad muy cercana a la de la luz, trasladarse en ella durante varios años, y luego dar la vuelta y regresar a la Tierra. El tiempo habrá pasado más deprisa para los habitantes de nuestro planeta que para los viajeros espaciales.

Si, por ejemplo, la nave alcanza el 99’995% de la velocidad de la luz, (teniendo en cuenta que la velocidad de la luz es de unos 299.792 kilómetros por segundo, esto equivale a ir a 299.777 kilómetros por segundo) y recorre un trayecto de ida y vuelta a una estrella que se encuentre a 500 años luz de la Tierra, en nuestro planeta habrán pasado mil años, mientras que para los tripulantes de la nave tan sólo habrán pasado diez años. Para ellos, por tanto, será como si hicieran un viaje de mil años hacia el futuro.


Por último, ¿quién nos garantiza que el tiempo transcurra siempre de la misma forma? ¿Acaso sabemos algo sobre el tiempo? Si el espacio, como afirma Einstein, no es tan homogéneo como suponemos, se curva y se retuerce en presencia de objetos de mucha masa, y admite matemáticamente dimensiones superiores a las tres dimensiones a las que estamos acostumbrados, ¿no puede suceder lo mismo con el tiempo?

Navegando por los matemares me imagino a veces entrando en regiones desconocidas, lugares donde es posible alterar las condiciones habituales en las que vivimos, Triángulos de las Bermudas en los que la realidad se desajusta y desfasa, y pienso qué matemáticas, qué leyes, qué conocimiento puede haber detrás de ello que todavía se nos escapa…

PD: Es curioso que en las series televisivas de la saga Star Trek se emplea la llamada fecha estelar. Cada episodio comienza habitualmente con una entrada en el cuaderno de bitácora o diario personal del capitán, marcada con la fecha estelar, por ejemplo 50893.5. Esta fecha estelar parece ser usada en conjunto por todas las razas de la Federación Galáctica cuando están en viaje por el espacio, y se creó para no depender del calendario de la Tierra, que en el espacio exterior, lejos de nuestro planeta, deja de tener sentido, y además no coincide con los calendarios propios de cada raza de la Federación: vulcanianos, klingons, etc.

Para conocer la historia de la fecha estelar de Star Trek, se puede visitar esta página explicatoria (está en inglés).

6.1.07

El Calendario (3): Algo de Historia

Aunque en la entrada anterior del blog me hice un lío, a propósito, sobre si existió o no el año cero, por lo que he consultado con ciertos navegantes expertos en historia, el año cero no aparece en las cuentas de nuestro almanaque occidental. Hay acontecimientos fechados en el año 1 antes de Cristo y otros acontecimientos en el año 1 después de Cristo, pero no hay ninguna referencia a ningún suceso histórico en el año cero.

¿De dónde proviene nuestro almanaque actual?

Por un lado, nuestros meses se originaron en el mundo romano. En la antigua Roma, al principio, el año empezaba en el mes de marzo, dedicado al dios Marte como su nombre indica, y tenía solo diez meses. Los meses iban de marzo a diciembre. Julio era quintilis, agosto era sextilis, y luego venían septiembre, octubre, noviembre y diciembre. Los nombres de los meses están relacionados, como se puede apreciar todavía en español, con los números de orden que ocupan: quintilis-quinto, sextilis-sexto, septiembre-séptimo, octubre-octavo, noviembre-noveno y diciembre-décimo.

Si sólo había diez meses, eso quiere decir que el año no duraba 365 días, como ahora, sino 304 días. No es que la Tierra tardara menos tiempo en dar la vuelta al sol, sino que los antiguos romanos contaban los años de 304 días en 304 días, y como consecuencia las estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno no se daban siempre en el mismo mes. Si en un año la primavera entraba en marzo, al año siguiente (304 días más tarde), en marzo todavía era invierno, y hacía falta esperar dos meses, hasta mayo, para que llegara la primavera, y al siguiente año hacía falta esperar hasta julio-quintilis, y así sucesivamente.

En el antiguo mundo romano, el calendario corría más deprisa que el giro del planeta Tierra. Los meses coincidían aproximadamente con el ciclo de la Luna, pero los años no estaban sincronizados con las vueltas de la Tierra alrededor del Sol. Al no tener un basamento astronómico firme, el año era tan solo un convenio social, y por tanto estaba a expensas de ser trastocado y manejado por intereses sociales o políticos, trayendo, a menudo, desequilibrio y confusión a la vida diaria de los ciudadanos.

Julio César

Posteriormente se añadieron dos meses más, enero y febrero, pero no fue hasta el 46 a.C. que el calendario fue reformado por Julio César para que el año se acomodara con exactitud a la duración de las vueltas de la Tierra en torno al Sol, y los meses se fijaron tal como los conocemos hoy. Julio César se apoyó en los cálculos del astrónomo griego Sosígenes de Alejandría, y se puede suponer que éste heredó su conocimiento del pueblo egipcio.

En el antiguo Egipto siempre se utilizó un calendario solar, un calendario que llevaba la medida del tránsito del sol y las estaciones. Gracias a ello, se podía calcular con precisión las fechas en las que el Nilo se desbordaba y anegaba las tierras de cultivo, fertilizándolas y garantizando el éxito de las próximas cosechas.

Julio César introdujo también el año bisiesto, para coincidir mejor con la duración del ciclo terrestre, aunque este sistema no es perfecto, necesita una adaptación cada siglo y cada milenio. Por eso el Papa Gregorio XII en 1582 hizo una pequeña reforma, quitando varios días del almanaque para obtener un correcto ajuste, que se había ido perdiendo desde la época romana.

El mes de quintilis fue renombrado como julio, en honor de Julio César, que había nacido ese mes, y se le dio una duración de 31 días, y posteriormente se hizo lo mismo con el de sextilis, que recibió el nombre de agosto en memoria de Octavio Augusto, y también fue dotado con 31 días.

PD: una de las fuentes consultadas durante la elaboración de este artículo del blog, es la revista de enero de Historia-National Geographic.

5.1.07

El Calendario (2): El Año Cero

El año cero no existió. Ésta era mi opinión. Alguien me quiso explicar una vez que el año cero no había existido por no sé qué razón histórica de ajuste de calendarios. Yo no compartía ninguna razón histórica. El año cero no existió porque matemáticamente no debía existir, si queremos que el calendario y la medida del tiempo tengan un poco de sentido común.

Sin embargo, empiezo a reflexionar, y pienso que tampoco debo ser tan radical. En realidad, depende de cómo nos guste contar y medir el tiempo.



Tomemos, por ejemplo, un reloj digital. En la mayoría de los relojes se puede elegir la hora en formato de 24 horas o con la distinción a.m.-p.m. A mí, personalmente, me gusta más el formato 24 horas para los relojes. Cuando llega la medianoche, el reloj marca las 0:00, es decir, la hora cero. Luego va contando el tiempo durante todo el día hasta marcar las 23:59, y luego regresa a las 0:00.

Pero si ponemos el reloj en el formato a.m.-p.m. podemos observar que la cuenta es diferente. Al llegar la medianoche, no tenemos hora cero, sino que marca las 12:00 a.m. Luego sigue contando las 12:01 a.m., las 12:02 a.m., así hasta las 12:59 a.m., y luego pasa a las 1:00 a.m., etc. Cuando llega al mediodía marca las 11:59 a.m., y luego pasa a las 12:00 p.m., luego las 12:01 p.m., etc., hasta llegar a las 11:59 p.m. en la medianoche y luego otra vez 12:00 a.m. y vuelta a empezar. Las horas están agrupadas en dos conjuntos, doce horas a.m., es decir, ante meridiem o antes del mediodía, y otras doce p.m., post meridiem, después del mediodía.

Los relojes, por tanto, nos dan a elegir dos maneras de contar el tiempo. En la primera, las 24 horas se cuentan de corrido, empezando en las 0 horas y terminando en las 23 horas. En la segunda manera, las 24 horas se cuentan en dos grupos, pero en ninguno de ellos hay hora cero. Se cuentan del 1 al 12.
Si en los relojes las horas se pueden contar de dos maneras distintas, una con hora cero y la otra sin hora cero, ¿por qué no se pueden contar los años de dos maneras distintas?

Bien, aunque la respuesta parece obvia, no lo es tanto, porque los relojes cuentan las horas cíclicamente, lo que quiere decir que si hay hora cero, cuando lleguemos a la 23 cerramos la cuenta y comenzamos de nuevo con el cero, pero si no hubiera hora cero, empezamos en el 1, llegamos al 24, cerramos la cuenta y empezamos de nuevo con el 1. No hay problema, el 24 y el 0 harían el mismo papel. Pero la cuenta de los años no es cíclica, parece más bien lineal, con años después de Cristo y años antes de Cristo, o dicho para matenavegantes: años positivos y años negativos.

Los matenavegantes estamos acostumbrados a viajar por la recta real, o recta de los números reales, una escala en la que aparecen todos los números, tanto negativos, positivos y decimales. En esa recta, los números son puntos, no tienen dimensión, no son como los intervalos. Si pensamos en el tiempo como una línea, los puntos serían momentos en el tiempo, sucesos, diferentes de los intervalos de tiempo.

Cuando me imagino un año, ¿debe ser un punto o un intervalo? Yo siempre lo consideré como un intervalo, lleno de momentos y sucesos puntuales. El año tiene una extensión, y por tanto no debe ser un punto. El cero de la recta real no es un intervalo, sino un punto, y debe corresponder con un momento en el tiempo, el momento en que comenzó el calendario.

Si empezamos a contar el calendario y estamos en el primer año, ¿no debería ser llamado año 1? Cuando un niño nace, durante sus primeros doce meses, ¿no está en el primer año de vida, o año 1? Cuando pasan los doce meses, y cumple 1 año, ¿no entra en su segundo año de vida?

Pero luego pienso en un reloj que comenzara a contar el tiempo desde un momento inicial. El 1 de Enero a las 12:22 marcaría: "años:0, días:0, horas:12, minutos:22". Durante todo ese año, y hasta que no entrara el siguiente, el marcador de años sería cero, por tanto podríamos llamarlo año cero.

Y si es así, ¿por qué no hay un 0 de Enero, un 0 de Febrero, etc.? Todos los meses empiezan con el 1...

No nos metamos en un nuevo laberinto y volvamos al tema de los milenios. Si llamamos al primer año, año cero, entonces el primer milenio comprendería los años 0 al 999, el segundo los años 1000 al 1999, el tercer milenio los años 2000 al 2999, etc.

Según la humanidad, el cambio de milenio se produjo al pasar del 1999 al 2000. Conclusión: el año cero sí existió.

PD: para ver la ingente cantidad de calendarios que existen o han existido, se puede consultar la página de la Wikipedia.

4.1.07

El Calendario (1): La Entrada de los Milenios

Con la llegada del año nuevo me gustaría comentar algunas inquietudes que tengo sobre el calendario.

Durante estas fiestas recordé, por ejemplo, cómo hace siete años entramos en el 2000. Era la llegada del nuevo milenio, y todo el mundo lo celebró de esa manera. Comenzábamos el siglo XXI, el tercer milenio, una fecha muy importante. Curiosamente, se temió que los chips de los ordenadores antiguos, no preparados para los cambios de siglos, dieran un problema general en todo el mundo y, como consecuencia, el planeta cayera en un caos informático que paralizara la mayoría de las máquinas y aparatos existentes, pero no fue así.

Con catástrofe o sin ella, los números son los números, y recuerdo que en aquella época insistí en explicar a algunas personas que quisieron escucharme, que el nuevo siglo y el nuevo milenio no entraban en el 2000, sino en el 2001. Todo fue inútil. Casi nadie entendía algo que para mí era muy sencillo y hasta natural. Sin embargo, al final empecé a dudar, y llegué a pensar que todo, en realidad, dependía, como decimos los matenavegantes, de la definición, y en este caso, de la definición de año, de siglo y de milenio.


Sin embargo, voy a aprovechar para intentar aclarar mi punto de vista, que supongo que comparten muchas personas en el mundo. Empecemos poniendo un ejemplo con una docena de huevos.

Supongamos que tenemos un cesto lleno de huevos y los vamos tomando y agrupando por docenas. Cogemos los huevos de uno en uno y los colocamos en un envase para doce. Este envase contendrá el primer huevo, o huevo 1, el segundo, huevo 2, así hasta el décimo segundo huevo, o huevo 12.

Ya tenemos lleno el primer envase. Empezamos a llenar el segundo envase. ¿Qué huevo viene el primero? El huevo 13, luego el 14 y así hasta el 24 inclusive. El tercer envase empezará con el huevo 25, luego el 26, hasta el huevo 36, etc.

Ahora con los años. Tenemos los años en una cesta, y los agrupamos por siglos. Primero tomamos un año, el año 1, luego el año 2, y así hasta el año 100. Con esto completamos los 100 primeros años, el primer siglo. Para el segundo siglo, empezamos con el año 101, luego el 102, y así hasta el 200. El tercer siglo comenzaría con el año 201 y terminaría en el 300, etc.

Con los milenios debe pasar igual. Primer milenio: desde el año 1, hasta el año 1000. Segundo milenio: desde el año 1001, hasta el 2000. Tercer milenio: desde el año 2001 hasta el 3000, etc. Luego, según esta cuenta, el año 2000 pertenece al segundo milenio, y el tercer milenio empieza con el año 2001. Conclusión: según esta forma de contar, EL CAMBIO DE MILENIO NO SE DIO EN EL PASO DEL 1999 AL 2000, SINO DEL 2000 AL 2001.

Sin embargo, en la mente de todo el mundo había el siguiente concepto: los años que empiezan por 1 son del segundo milenio: del 1000 hasta el 1999. Los años que empiezan por 2 son del tercer milenio: del 2000 al 2999. ¿Qué está ocurriendo aquí? Simplemente que la definición de milenio es distinta de la anterior. ¿No es lo mismo entonces contar milenios de años que contar docenas de huevos? Que yo sepa, la humanidad no se ha puesto de acuerdo en qué definición tomar, simplemente se admitió, de facto, que el nuevo milenio entraba en el 2000, que el año 1999 y el año 2000 pertenecían a milenios diferentes.

Y el año cero, ¿existió o no existió? Depende de la definición que se escoja. Pero esto será un tema para una próxima entrada del blog. También seguiré investigando sobre los milenios y nuestro calendario occidental.

Anexo: Buscando imágenes de calendarios, he encontrado una dirección muy interesante. Desde ella se puede descargar un calendario en forma de dodecaedro, con un mes en cada cara; Viene en formato pdf, ha de imprimirse en una hoja A4 y luego recortarlo y pegarlo. Se puede descargar en cualquier idioma, incluido el español.